Algo muy particular que nos sucede a nosotros los latinos es la queja. Nos quejamos porque llueve, nos quejamos cuando hace frío, cuando hace calor.
La queja básicamente es algo que no nos agrada de la realidad. Siempre anula lo positivo, un ejemplo clásico es la frase “Sí… pero”. Además la queja es contagiosa, uno entra a un ámbito donde todos se están quejando e inmediatamente parece que una fuerza magnética nos impulsa a quejarnos como los otros que lo están haciendo. Para que nos quede más claro, es parecido a cuando uno bosteza y al momento todos los que están alrededor, comienzan a bostezar.
Siempre que nos quejamos estamos emitiendo juicios y es válido recordar que como juzgamos vamos a ser juzgados.
La queja, siempre, siempre, siempre me sitúa como un ser pasivo, cuando para llevar mi vida a cabo debo ser activo, porque: ¿Sino hago yo nada por mí mismo, entonces quien lo va a hacer? Porque nadie puede saber por vos; nadie puede crecer por vos; nadie puede buscar por vos; nadie puede hacer por vos lo que vos mismo tenés que hacer, ¿sabes porque? Porque la existencia no admite representantes
Cuando me quejo, no crezco, porque mi mirada siempre va a estar dependiente de lo que me molesta y normalmente lo que me molesta está en el hoy, en el ahora, mientras que la visión siempre tiene que ver con futuro. La visión si me hace crecer.
Cuanto más me quejo, el problema más se manifiesta, es como si lo que me molesta fuera un globo y la queja fuera aire, a mayor queja más se infla el globo del problema.
Supongamos que hay un viajero en un velero. Ese viajero puede tener tres actitudes ante la falta de viento que mueva su velero. Si es pesimista se quejará del viento, si es optimista esperará que el viento cambie; si es maduro ajustará las velas…
La queja siempre nos hace perder tiempo, porque nos desenfoca de la real visión de las situaciones. Cuando más me quejo, eso ocupa más lugar en el corazón que las verdaderas cosas que nos generan placer, como lo son la familia, la salud, los amigos, Dios. Cuando nos quejamos es como si entregáramos una llave a este sistema para que nos carcoma, es la llave para la entrada del stress, de los ataques de pánico, de la depresión.
La queja no me deja creer, empieza a cercenar mis creencias, por lo tanto no creo en lo que veo, no creo en lo que vivo, no creo ni siquiera en mi mismo. La queja es como un parásito, como la gangrena que empieza a deteriorar mis sueños, mis anhelos y se va apoderando de todo mí ser hasta llegar al corazón y hacerlo de piedra.
Por ello después de haber analizado la queja, entonces podemos saber cómo actúa.
Debemos dejar de lado la queja. Las circunstancias de la vida, siempre van a estar, el tema es que vas a hacer con ellas, ¿te vas a quejar, o simplemente vas a ver como sortearlas?
La vida es hermosa para andar quejándonos. La vida te regala cosas que no tienen precio, pero sí tienen valor. El beso de una madre, el perfume de una flor, el consejo de un amigo, ver a un bebe dar sus primeros paso, las hojas amarillas de los árboles en otoño, un café caliente en invierno, la sonrisa de un anciano, uff, tantas cosas tan lindas que la queja muchas, muchas veces no nos deja ver.
Abogamos por una sociedad menos quejosa y que valore más todo lo que tiene a su alrededor. Decimos NO a la queja y SI al amor, a la vida, a la paz, a la justicia y a la verdad.
Fundación Alas de Águila
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