Un tema muy en boga para estos días que vivimos. Algunos culpan a la Psicología del comportamiento de los niños de estos tiempos; otros esgrimen “mis viejos me tenían cortito, ya iba yo, a comportarme así”, otros dicen “y qué queres, si los dos trabajamos todo el día”, “es que a los niños hay que darles libertad”, u otros que dicen: “Yo nací y me crié en el Proceso, a mis hijos yo les doy libertad”.
Lo cierto es que en nuestra sociedad, los niños parecen hacer lo que quieren y a cada momento. Es muy gráfico ver a bebés, que no pueden hablar pero lloran descontroladamente, como si tuvieran un dolor imposible de sobrellevar por un ser humano, hasta que alcanzan su objetivo y después de ello mágicamente esbozan una sonrisa; o esos niños que corren en las confiterías, restaurants, supermercados, etc., alterando a todos y la actitud de los padres indiferentes, es como si esos hijos fueran hijos de otros; o esos padres que se enorgullecen disfrazando a sus hijos con el antifaz del carácter, cuando en realidad sólo tienen un capricho, pero pronuncian a los cuatro vientos “¿viste el carácter que tiene el nene?”
La pregunta que se impone hoy entonces es: ¿Qué son los límites?
Pues bien, si tomamos como ejemplo, una ruta de noche, la cual está bien delimitada, con su doble raya amarilla en el medio, o punteada cuando es recta y se permite pasar, con las bandas refractarias a los costados. Al estar demarcada, se puede ver el adentro, el afuera, el medio, aún cuando es de noche.
Comparándola con los límites, sería: Las delimitaciones del camino, son los cercos protectores, son los marcos contenedores y referenciales. No son un fin en sí mismo, sino un instrumento para alcanzar fines. Cuando ellos están; uno puede actuar y elegir. Hasta, si uno quisiera, puede salirse del camino. También para eso hay que conocer los límites.
Eso: los límites son para que pueda haber libertad. Justamente lo opuesto de lo que podría pensarse: no mutilan la libertad, por el contrario, la otorgan.
Las rayas no son el camino; el camino está entre ellas, y dentro de ese estar entre ellas vos podes elegir el ritmo, el movimiento, el desplazamiento, la velocidad, el rumbo, el qué, el cuándo, el cómo, y si querés dejas de moverte, te detenes, y haces todo lo que tu imaginación te proponga. Lo podes realizar sabiendo qué va adentro y qué va afuera de esos límites, de esas rayas. Y elegís.
Esa es tu libertad, y la tenes porque tenes límites.
Vivir es vivir entre límites, en algún encuadre, entre horizontes. Dentro de ese espacio germina y se desarrolla la libertad.
Lamentablemente muchos padres “modernos” Interpretaron mal el concepto de libertad: creyeron que la libertad se da. No es así: la libertad NO se da, la libertad se toma, se arranca, se conquista, se logra, derrumbando esclavitudes, confrontándose con límites, aceptando unos, rechazando otros, pero usándolos como referentes en el camino.
Además la libertad es un medio, no un fin. Ahí la tenes, para hacer algo con ella, algo que vos elijas.
¿Y cómo se elige? Se elige entre opciones. Las opciones son los límites dentro de los cuales la libertad adquiere sentido, al rechazar unos y al adoptar otros.
Es libre el que elige un proyecto de vida, su proyecto de vida.
Fundación Alas de Águila
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