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Los seres humanos, no importa quiénes sean o dónde vivan, desean ser “exitosos”. 
Este éxito se define, generalmente, con respecto a los reconocimientos superficiales sumamente exaltados por los medios de comunicación, como la riqueza, el poder, la fama, el lujo y el prestigio. Se nos enseña, desde una edad temprana, la meta de lograr posesiones y cosas materiales. Antes una mamá  decía… “Mijo’ el Dotor”. Hoy los padres instan a sus hijos a que se esfuercen duramente para llegar a ser “alguien”, como si los hijos no fueran “alguien” desde el momento de la concepción.
Las escuelas contribuyen a la presión existente, pues utilizan clasificaciones competitivas y brindan premios por los rendimientos destacados. Las librerías están llenas de libros que enseñan a la gente acerca de cómo llegar a la cima de sus profesiones, las 101 formas de alcanzar el éxito, la correcta forma de acumular poder, riqueza e influencia. Y las revistas, llenas de fotos que hacen atractivo a lo rico y lo famoso, prometen, audazmente, atajos para el éxito.
Esta búsqueda implacable del “éxito” produce algunos resultados no tan atractivos. La tasa de divorcio y de suicidios continúa en crecimiento, no solo en nuestro país sino en el mundo; la violencia, la destrucción ambiental y los delitos de corrupción cometidos por funcionarios públicos u hombres de negocios asedian a cada comunidad establecida sobre la tierra; la depresión emocional se ha multiplicado. Es notable, la falta de puntos de referencia interna que denotan la realización personal y corporativa; así como también se percibe, en la mayoría de las personas, la carencia de un sentido positivo de dirección que abarque la totalidad de la vida.
Esta falta de satisfacción y de existencia sin sentido no es una cuestión menor. 

Una carrera profesional y una cuenta bancaria holgada no pueden brindar estos ingredientes faltantes. Ningún grado de realización puede reemplazar el poder y la motivación de encontrar tu lugar especial y de luchar en pos de tus sueños. El vacío interior es el destino para quienes carecen de claridad de propósito o de aquellos que luchan para vivir de acuerdo con la definición ajena de éxito, sea un padre, un cónyuge, un jefe o la sociedad en su conjunto. Alcanzar la cima de la escalera profesional o social carece de todo sentido, si sacrifica la gratificación y el bienestar personal.
La clave para el “éxito” el verdadero “éxito” es la toma de Decisiones. En la vida a cada paso hay que tomar decisiones. Cada decisión conlleva una consecuencia. Si tomas buenas decisiones tendrás, por carácter transitivo, buenas consecuencias; si tomas buenas decisiones todo el tiempo, estarás formando una buena y sabia actitud ante la vida. 
Para tomar buenas decisiones, debemos tener debidamente clara nuestra escala de valores. Cuando estos son aquellos, que perfeccionan al hombre en lo más íntimamente humano, haciéndolo más humano, con mayor calidad como persona, entonces en presencia de valores y principios para la vida. Proclamarlos y vivirlos entonces nos servirá de tobogán para la toma de buenas decisiones. Ahora bien, las decisiones, deben ir sumadas a la acción. De nada vale saber cual es una buena decisión, si no transformamos el sustantivo en verbo, o sea que a la decisión le debo sumar sí o sí, la acción. 
Muchos creen que la felicidad se basa en lo material. Hoy vemos los medios de comunicación ponderan el antivalor tener, por sobre el valor ser, y cada vez estamos más lejos de la verdadera felicidad, que tiene que ver con lo intangible, con lo inmaterial. La felicidad afecta el alma, no el bolsillo. Tiene que ver con el crecimiento personal, y ahí hacemos hincapié en las buenas decisiones, como por ejemplo; que carrera voy estudiar (no la que me marque mi entorno, sino lo que me haga feliz); con quien me voy a casar, como voy a criar a mis hijos; que decisiones debo tomar para vivir en paz; que voy a hacer para ser feliz; como reaccionaré ante los ataques de los antivalores que están impuestos en la sociedad; como combatiré la mentira; cual será el legado que dejaré a las generaciones venideras.

Fundación Alas de Águila